Como una astilla de cristal
que se clava en su corazón,
es el dolor que siente
al ver un cigarrillo consumir,
a un hijo suyo.
Como aceite hirviendo
salpicando sobre su piel,
es el daño que le hace sentir,
ver los ojos inyectados
y oler la droga corriendo
aún por las venas,
de un hijo suyo.
Como el retumbar
de una granada
reventando sus oídos,
le suenan los gritos,
de un hijo suyo.
Como truenos rebotando
dentro de su cabeza,
le suenan los insultos,
de un hijo suyo.
Cien olas chocando
contra su pecho
empujan menos
que el empujón,
de un hijo suyo.
Una lanza afilada
atravesando su pecho,
le dolería menos
que el puñetazo,
de un hijo suyo.
Peor que respirar
en el vacío de la Luna,
es contemplar el desprecio
por la vida regalada,
de un hijo suyo.
El dolor de un padre
por unos hijos perdidos,
se puede intentar comparar
con otros dolores,
pero nunca se logrará,
pues se siente en el alma
y la agrieta en infinidad de trozos.
Anaán

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